Su inocencia te inspiró
a matarla del modo más cruel.
Tu macabra perversión
me hizo perder la razón.

Fuiste el mejor maestro,
cuando me enseñaste a odiar.
Fuiste la noche eterna,
fuiste el silencio, y el ladrón de mi alma.

La sociedad no te condenó,
porque el dinero tu culpa saldó.
En las calles de nuevo estás,
te volveré a encontrar.

Soy el juez más duro,
dueño del veredicto mortal.
Soy el verdugo hambriento,
y soy también tu oscuro infierno.

Por mano propia, mi ley hice valer.
Por mano propia, lo justo fue más cruel